Y en esta situación llegamos a febrero de 1916. El día 21, a las 4:00 AM comenzaba la ofensiva alemana que desembocaría en una de las batallas más largas y sangrientas del conflicto, la batalla de Verdún. Primero, con un intenso bombardeo de artillería a lo largo de un frente de 40 kilómetros, que duró diez horas y se llegó a oir a 200 kilómetros de distancia y en el que se estima que explotaron 1.000.000 de obuses. Luego el avance de la infantería. Los franceses, pese que estaban sobre aviso y habían enviado más tropas a la zona, fueron sorprendidos por la virulencia del ataque, y esto permitió a los alemanes avanzar con rapidez los primeros días. El día 25 las tropas alemanas ya estaban cerca de Douaumont.
Los alemanes habían puesto su mirada sobre el fuerte, considerándolo una posición estratégica para el asalto a la ciudad. Por eso, los soldados del 24º Regimiento de Brandenburgo se aprestaban para lanzar un ataque sobre la fortaleza, creyendo que seguía siendo una posición fuertemente armada y defendida por una guarnición numerosa. En Douaumont, pese al inminente peligro, seguían los mismos pocos hombres que había antes del ataque alemán; se habían dado órdenes de enviar nuevas tropas al fuerte, pero, entre las urgencias del momento y la maraña burocrática del ejército, dichas órdenes se habían extraviado.
Un pequeño grupo de diez ingenieros de combate, bajo las órdenes del sargento Kunze, fueron enviados a las inmediaciones del fuerte para realizar un reconocimiento de la zona y eliminar algunos obstáculos, como el alambre de espino, para facilitar el paso de las tropas. Llegados al fuerte, al sargento le llamó la atención el nulo movimiento que se veía. No había franceses a la vista, las casamatas estaban vacías y la única señal de que había alguien en el fuerte era el cañón de 155 mm, que abría fuego de cuando en cuando hacia las posiciones alemanas. Kunze no lo sabía, pero la mayor parte de los soldados franceses, hartos de soportar los bombardeos alemanes, se habían refugiado en los niveles inferiores del fuerte, y sólo el equipo que manejaba el cañón principal permanecía en alerta.
Kunze y dos de sus hombres se acercaron sin problemas hasta las mismas murallas del fuerte, aprovechando que los bombardeos habían abierto una brecha en la valla metálica que rodeaba el fuerte. Tal y como suponían, no había vigilancia alguna y el foso estaba desprotegido. El sargento Kunze, decidido, trepó a una de las troneras del muro y entró en el fuerte, aunque sus acompañantes, temiendo una emboscada, no le siguieron. Y así, completamente solo y armado únicamente con su fusil, Kunze se encontró vagando por los desiertos pasillos del fuerte.
En su deambular, Kunze llegó hasta la torreta del cañón, apresando a los sorprendidos artilleros que lo atendían y llevándolos hacia el exterior. En el patio, los artilleros echaron a correr, pero Kunze no los persiguió. Se acercó a investigar a un barracón cercano donde se oían voces y al abrir la puerta... se encontró con la guarnición franceses que lo miraban tan sorprendidos como él los miraba a ellos. Pero Kunze supo mantener la sangre fría, y les anunció como pudo que el fuerte había sido tomado por el ejército alemán y ellos eran ahora prisioneros, y sin darles tiempo a reaccionar, salió y atrancó la puerta lo mejor que pudo, dejándolos encerrados.
A todo esto, mientras el sargento seguía haciendo la guerra por su cuenta, una avanzadilla del 24º Regimiento, mandada por el teniente Radtke llegaba a las afueras del fuerte y allí encontraban a los hombres de Kunze, que le explicaron lo ocurrido. Cuando supo lo que había hecho el sargento, Radtke se apresuró a acudir en su ayuda con sus soldados, que entraron al fuerte e hicieron algunos prisioneros, y finalmente encontraron a Kunze, quien había dado con la despensa y estaba reponiendo fuerzas. Radtke distribuyó a sus hombres por el fuerte y aseguró la posición. Con el fuerte ya totalmente controlado, hicieron su aparición los refuerzos, dos columnas de soldados bajo las órdenes del capitán Haupt y el teniente primero Von Brandis, con lo que el fuerte se conquistó con la única baja alemana que uno de los 10 soldados alemanes que se raspó la rodilla con un muro en el exterior del fuerte

Tras la conquista, los alemanes convirtieron a Douaumont en su principal base de retaguardia en el frente de Verdún. Los franceses, en parte por motivos estratégicos y en parte también buscando reparar su orgullo herido, trataron de retomar la posición en varias ocasiones, llegando incluso a ocupar una sección del fuerte durante algo más de un día, siendo expulsados del fuerte durante un fuerte y sangriento contraataque alemán. Sin embargo, el peor revés de las tropas alemanas en el fuerte se debió a un desafortunado accidente. El 8 de mayo de 1916 el fuego que unos soldados habían encendido para preparar café se extendió a un depósito de granadas y lanzallamas, que hicieron explosión. El combustible de los lanzallamas se derramó y alcanzó un depósito de municiones de artillería, que saltó por los aires

Finalmente, las tropas del Regimiento de Infantería Colonial de Marruecos recuperaron el fuerte el 24 de octubre de 1916, cuando los alemanes ya lo habían evacuado, huyendo de una gran ofensiva de la artillería francesa. Para recuperar el fuerte, los franceses sufrieron unas 100000 bajas, durante los intensos asaltos y combates entorno al fuerte.



